La historia ya estaba escrita desde antaño.
La Luna ya era testigo de aquellos cuentos chinos,
de aquellas mentiras bajo las sábanas,
de aquellos demonios debajo de la cama,
de aquella huella de tu sonrisa.
El guión había cicatrizado a aquellos besos que jamás se volvieron a dar
y desnudaron tantos miedos,
y a aquellos vicios que hicieron hielo su corazón.
Capítulos escritos con tinta de borrar porque había corazas pintadas en su pecho
y batallas dibujadas en su espalda.
Que aquel cuento se remontaba a peores guerras que las de la Antigua Grecia.
Que había vacíos más vacíos que aquella mirada perdida cuando te veía marchar,
y no te ibas,
y te quedabas.
Pero seguías sin estar.
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