¡Disculpad mi osadía!


La fortaleza de la soledad.
'Ya sabes a lo que me refiero...medianoche, un camino frío y solitario en el bosque, la inquietante oscuridad y en ella un par de grandes ojos brillantes sobre un árbol muerto que la niebla abraza, desde allí se puede escuchar un tétrico y breve sonido grave antes de que un búho tome vuelo.'

domingo, 12 de enero de 2014

Ella. Sentía, pero no le gustaba.

Me toman por idiota, o por lo loca, qué sé yo.

Pero olvidaron que la locura ya yacía en ella, que se aferraba a esa cuerda, pero que esa cuerda ya no era nada.
Omitieron que no era quien abandonó las ganas de volar, sino que cayó desde tan alto que sus alas la abandonaron a ella.

Tampoco tuvieron en cuenta que estaba hecha de cicatrices, se construyó a prueba de balas y ahora ya sólo le quedaban trozitos desquebrajados de escudo humano.


Que no es tan malo ser de hielo, pero ella no sabe que hasta el alma más fría se puede romper. Y de romper quería hablar. Ella soñaba, soñaba con que rompieran sus esquemas... pero a lo que más se aproximaba era a romper, a volver a romper otra cicatriz, que dolía menos que volver a sanarla. Porque ya no dolía, ni quemaba... 
Y tan sólo estaba vacía. 
Hablo de ella y la herida. Hablo de que ya no sonreía, pero que no le costaba fingirla.



A pesar de todo, ella seguía siendo ella, y a ella eso le bastaba.

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