¡Disculpad mi osadía!


La fortaleza de la soledad.
'Ya sabes a lo que me refiero...medianoche, un camino frío y solitario en el bosque, la inquietante oscuridad y en ella un par de grandes ojos brillantes sobre un árbol muerto que la niebla abraza, desde allí se puede escuchar un tétrico y breve sonido grave antes de que un búho tome vuelo.'

domingo, 31 de agosto de 2014

Huracán.

Ella era diferente a todas las demás. 
Desde el momento en que no era amante de los animales ya supo que iba a ser diferente. Y rara, muy rara.

Ella rompía sus propios esquemas. 
Le gustaba salir pero no relacionarse. A ella le gustaba reír, pero no mostrar caras falsas. Le gustaba bailar, pero no tenía a quién impresionar.

Ella era la chica tímida, la chica solitaria. La torpe, la más reservada, la que escuchaba música rara. Pero no, no es que escuchara música extraña... sino que le daba vida a sus oídos, y a sus emociones. No seguía las modas. Ella era... ella.

Ella rompía el prototipo de chica normal. Empezando desde no gustarle el helado de chocolate, pasando por no saber tocar ningún instrumento, terminando por no practicar ningún deporte.

Ella sabía que no era la persona más perfecta pero es que tampoco era la más cuerda. Llevaba unas cuántas sogas al cuello, y eso no veas como asustaba.

Su inconformismo le llevaba a pensar que la aceptarían como tal, porque sí, al principio gustaba pero después, todos se cansaban demasiado rápido.

Ella era todo ruinas, y un día, sería todo tierra.


Y entonces, desde ese día y desde todas sus rarezas ya supo que no era para él. Lo diferente gustaba, pero lo raro no. Y ella rozaba todas sus posibles anomalías.

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